jueves, 4 de junio de 2009

Dirigentes no fiables

Toda organización para su gestión precisa de dirigentes, de unos protocolos de actuación y de unas pautas normativas. Su finalidad no solo es la gestión sino tratar de garantizar un adecuado funcionamiento y una eficiencia en el resultado.


La apatía generalizada de la sociedad civil y el encanallamiento progresivo de grandes sectores de esta, propiciado por algunos medios, y la ausencia de espíritu crítico entre las gentes, consecuencia en muchos casos de una pretendida desmitificación de determinados valores que se consideran superados por otros sociológicos mitificados, ha hecho que aparezca un prototipo de “dirigente”, que aprovechando esa general apatía social se erija como tal utilizando las reglas del juego.


Ese “dirigente listillo” (listillo, porque se implanta desde la norma pero sobre el desinterés y la apatía del grupo) una vez instalado en el poder utiliza las normas y protocolos de actuación de las organizaciones para perpetuarse en él o acallar cualquier disidencia a sus propósitos.


Son el tipo de “dirigentes” que desde el poder hacen convocatorias electorales de viernes Santo, en el último momento aprovechando el bostezo de las gentes, para despistar a posibles contrincantes, que efectúan las elecciones en los momentos más inoportunos para perpetuarse, que rehuyen el debate abierto o la comparecencia y ante la disensión aplican el Reglamento que les convenga.


Es el tipo de “dirigente” que concita fidelidades ocasionales entre los allegados por el otorgamiento de privilegios o áreas periféricas de poder a estos o utiliza “fontaneros” y “los medios afines” para el trabajo sucio.


Cada Organización social y cada país tienen los dirigentes acordes al perfil del grupo o de la población respectiva, es decir tienen lo dirigentes que se merecen.


A este “dirigente” le preocupa más la visibilidad que el resultado. Su “popularidad” se basa en su falta de asertividad, queriendo complacer a todos, incluso a costa del sentido común. Utiliza el puesto, el cargo, el nombramiento, la elección, como catapulta de sus intereses personales y en otros casos para obtener un brillo a su mediocridad, brillo que no consiguió por el mérito propio en su vida personal, profesional o social. Todo ello desparramando grandilocuencia y demagogia.


Este “dirigente” cuando desea obtener el poder es inquisitivo, manipulador, vociferante, contra el “instalado” al que quiere echar y adulador de quien espera recibir favor o unos votos.


Los responsables de ello somos todos y cada uno de nosotros por nuestro desinterés y dejar hacer, por nuestra falta de visualización y de identificación de estos personajes, por nuestra falta de compromiso en la sociedad civil, por las noches de vino y rosas y por nuestra ingenuidad ante esos “falsos profetas”


Ese dirigente puede estar en el ayuntamiento, en la comunidad de vecinos, en el sindicato, en la organización profesional, en el club deportivo, en el partido, en el gobierno. Cuando lo detectemos, despertemos del letargo y actuemos. Seguramente estaremos más satisfechos con nosotros mismos si lo hacemos y socialmente es probable que tendrá su efecto en cualquier ámbito en el que lo hagamos.